Por: Jomi Santelises
En
un momento en que la televisión atraviesa una "época dorada", fruto de
la variedad y calidad de la oferta de contenidos, una sola persona goza
realmente de los beneficios de esta fase, ajena a la lucha por la
supervivencia entre los canales de distribución: el espectador.
La
audiencia, cada vez más compleja y fragmentada, impone con sus hábitos
de consumo nuevos condicionantes en una industria que todavía debe
aprender a monetizar las posibilidades derivadas de las nuevas
tecnologías, las redes sociales y los canales digitales.
"En
ese credo del consumidor de 'no voy a esperar', hay un cierto chantaje:
'Si no me vas a dar lo que quiero, voy a encontrar otra manera de
conseguirlo'", afirmó hoy el autor Jef Ulin, uno de los expertos
congregados en la feria de contenidos audiovisuales MIPCOM, inaugurada
este lunes en la localidad francesa de Cannes.
No
hay dudas de que la migración de grandes nombres del cine a la
televisión, como Steven Spielberg o Ridley Scott, así como la incursión
de nuevos canales como Netflix, ha elevado tanto la oferta como la
calidad, pero esta buena coyuntura no está exenta de claroscuros.
"La
gente está gastando mucho dinero para hacerse un nombre, pero está
pagando de más. No todo el mundo puede permitírselo. Deberá llegar un
equilibrio y una consolidación", añade el neozelandés, para quien tanto
la televisión de pago como la gratuita son dos de las posibles víctimas
de esta lucha "irracional" en busca de la audiencia.
Para
la directora ejecutiva de la productora y distribuidora
Freemantlemedia, Cecile Frot-Coutaz, "en un mundo ideal", esa
multiplicación de plataformas debería conseguir que quienes sobrevivan a
la misma acaben siendo más competitivos.
"Nadie
tiene una bola de cristal. Tienes que tener un negocio que puede
superar el equivocarte", indicó en uno de los muchos paneles que durante
cuatro días van a analizar las tendencias de la industria y sus
desafíos.
Los
expertos coinciden en que esta "época dorada", en la que series como
"House of cards" compiten al mismo nivel que otras como "Mad men", no
habría sido posible sin tantos canales, pero esa constatación no esconde
que sea difícil sacarle rentabilidad ahora que el público ve el acceso
al contenido como un derecho gratuito.
"El
individuo tiene hoy más poder que nunca", apuntó Roy Price, director de
Amazon Studios, compañía que en abril del año pasado se lanzó a la
arena con contenido propio, y que para este otoño prepara ya la salida
de series como "Transparent" o "Alpha House".
Crear
nuevos contenidos, colaborar con otras entidades para lanzarlo y
hacerlo público es actualmente, a su juicio, "más fácil y barato que
antes", y los productos que acaban sobreviviendo son, en su opinión,
"los que rompen las reglas".
"¿Qué
pasaría si en vez de producir 25 (episodios) piloto al año en el futuro
pudiéramos sacar 25.000?", se pregunta optimista, con la seguridad de
que en la actualidad, con las nuevas reglas de juego, "ya no importa
realmente que la gente tenga que ver algo el primer día, o que lo vea en
el quinto o en el treinta".
Controlar
las preferencias y hábitos de la gente, cuando plataformas como Netflix
hacen ya posible ver una serie completa del tirón, es un rompecabezas
que debe descifrarse con cuidado y sin simplificaciones.
Pese
la popularidad de series como "Breaking Bad" y "Downton Abbey", según
Price, hay que evitar caer en conclusiones rápidas como "deberíamos
hacer una serie sobre aristócratas que viven en Surrey y que también son
traficantes de metanfetaminas".
Por
eso, mientras la industria debate los entresijos de un mercado en
cambio, el máximo beneficiado de ese combate descarnado por la
supervivencia y la creatividad sigue siendo el espectador, cuyo reino,
con esta diversificación tradicional y digital, no ha hecho sino
aumentar.

